20 ago 2012

3, 2, 1 y acción

Mis procesos mentales dejan fuera la emoción, de lo contrario no me explico cómo pude elegir del supermercado una salsa que no habría probado nunca, ni sabía si me gustaba. 
A juzgar por su apariencia la salsa no era muy apetecible pero la imaginé sobre unas tiras de excelente carne mechada, la deseé compartida con él, la regué de vino a su temperatura exacta, fantaseé con la conversación y qué llegaría después...

Aquella marca era para mi totalmente desconocida, ni siquiera conocía el logo ni un anuncio en tv, de manera que ¿qué características estaba valorando mi escala de valores?.

Lo saben bien los marquistas, plusmarquistas, políticos, marketinianos y hasta las tendencias religiosas: toda marca ha de ir asociada a una idea, por tanto a una ilusión, a algo inmaterial, a la corazonada.



Así que las investigaciones van por ahí: activar las corazonadas. Es un hecho: el 70% de nuestras compras son producto de los flechazos menos racionales. Yo diría que la pareja también es una elección irracional.
A pesar de las buenas intenciones verdes y pro-responsables que muchos tenemos, las prisas nos llevan a decidir en una milésima de segundo: un chispazo que va desde el cerebro a la mano para agarrar el primer paquete -de la estantería o con cremallera-. Tanta información para qué, para que la ansiedad nos dé una resolución rápida y sin garantías de buenos resultados.

Yo quiero ser prosumidora, recomendadora, celestina, quiero ser emocionalmente inteligente para que la expectativa incumplida no me hunda afectivamente

Resulta paradójico que cuando más aparatos tenemos conectados alrededor de nuestras vidas, sea un chispazo cerebral el que resuelva nuestras dudas y atropellos diarios.

Silvia

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