Implicado en asuntos sociales y económicos se inmiscuyó primero en Hacienda y en una de sus tropelías en la ciudad del vino –Logroño- recibió un puñetazo que le partió en labio y desde los 26 años peina bigote.
La misma familia tuvo de nuevo otro embarazo dos años más tarde, la madre en estado avanzado y con amplia familia resolvió contar con la ayuda de bondadosas monjitas. Las sores cuidaban por las almas de Dios en la tierra y provocaron orgullosas que el nuevo bebé llegara al mundo el día de Reyes del año 1958. Envolvieron al varoncito en los mejores paños, lo acercaron a la madre que dándole un besito lo despidió para siempre no viendo la vida en sus cerrados ojitos.
Los paños fueron abiertos ante una nueva familia de origen soriano, lejos de la ruda península y al sol de las islas afortunadas. El niño fue bautizado José Manuel.
La familia isleña y adoptiva estaba feliz, brillaba más que la reverberación del sol sobre la playa del Inglés. El padre comerciante de apellidos castellanos quiso que el hijo estudiara Empresariales y se hiciera un hombre al otro lado del Atlántico entre mujeres caraqueñas.
El hijo obediente y machote cumplió familiarmente, pero la sangre que corría por sus venas le llamaba desde el centro del PP españolista.
Y fue allí donde ambos se encontraron: José María y José Manuel, ambos Josés, ambos peperos, ambos López.
El mejor alimentado en su niñez mide quince centímetros más, tuvo la suerte inmensa de crecer en una familia pudiente. El más bajo peina el mismo bigote ya canoso.
Sin embargo, aquel encuentro se ocultó a los medios porque hubiera sido el prolegómeno de casos de bebés robados.
Silvia
No hay comentarios:
Publicar un comentario